Abril de 2009
Santolea es para nosotros un viaje obligatorio, con un recorrido paciente, que nos permita saborear cada paso que damos. Aquellos restos desperdigados que encontramos a nuestro paso, es una página de su historia que nos recuerdan innumerables hechos ocurridos en aquel solar inolvidable, cuna de nuestros antepasados, donde tantas generaciones nos precedieron y que muchos nacieron y murieron en su pueblo, sin necesidad de tener que peregrinar por el mundo.
Este mes de Abril, hemos tenido la suerte de poder visitar nuevamente aquel pueblo que un día nos vio nacer y que por desgracia, también nos vio emigrar, dejando en su cementerio a muchos de nuestros seres queridos. Sólo deseo una cosa, que nadie deje de respetar aquel recinto, donde tanta gente de Santolea descansa.
Una cosa me llena de orgullo, ver que muchos jóvenes sienten atracción por aquel pueblo, unos porque sus antepasados vivieron en él, otros por simpatía y amistad con alguno de los primeros.
Uno de nuestros recorridos fue a Mercader, una zona alejada del pueblo a una hora de distancia por caminos de herradura, donde aprovechando las fuentes que en esta zona nacían, se cultivaban algunas fincas de regadío, mediante el agua que se almacenaba en balsas y luego les permitía regar.
Aquellos caminos de herradura, donde con tanta dificultar se circulaba por ellos, han sido recientemente transformados en pista acondicionada para la circulación de vehículos de uso limitado, puesto que a la entrada de la misma y junto a la carretera, ha sido colocada una cadena. Al llegar a la parte más alta de esta pista, nos permite disfrutar de unas excelentes vistas del pantano y de Mercader. Allí también encontramos las ruinas del corras del tío Francho. Francisco Portoles Guillén
Más tarde visitaremos distintos lugares que iremos comentando.
La desaparición del pueblo, trajo consigo el abandono de todas sus tierras y edificios, que aunque en muchas ocasiones han ido resistiendo los efectos de este abandono, al final terminan en lo que vemos en la fotografía.
El camino que desde Santolea, pasando por Las Horcas, llegaba hasta el Puente, y en la zona de las Heredades, había esta cueva que en ocasiones sirvió de refugio en alguna tormenta, conocida como la Cueva del Carpintero, por pertenecer las fincas próxima, al tío Carpintero, La Hereded del Carpintero.
Tomillo en los Valejos
Visitamos zonas de antiguas huertas, hoy difíciles de identificar, pero que conocemos perfectamente y son capítulos de la historia de aquel pueblo, que no estamos dispuestos a olvidar.
Obras en el Puente
Estas obras para la construcción de una presa, fueron suspendidas temporalmente hasta que se solucionen los problemas que originaron su paro temporal. Esto ha servido para ver algunas imágenes del Pantano lleno, que si se reanudan las obras, podemos tardar muchos años a verlas nuevamente.
Esta estación de aforo, nos permite pasar a la otra parte del río, mediante unos anclajes colocados en la pared. Por esta ruta podemos llegar hasta el Barranco Gómez, donde están las pinturas rupestres de La Vacada. También sirvió en su día estos caminos, como zona de paseo los domingos y días festivos.
Hoy esta costera es difícil de identificar. Conducía desde el pueblo hasta el abrevadero de las caballerías, también había una barbacana que permitía coger el agua de la acequia Mayor, cuando se iba a buscarla con caballerías, y desde esta, colocar los cántaros en los Argados, que era el utensilio empleado para este transporte, en el que había cuatro o seis compartimentos para otros tantos cántaros.
Esta costera era la prolongación de la anterior y era la entrada al pueblo, donde estaba la Herrería y también pasaba junto a ella la acequia del Planazo. Desde la placeta que había, te permitía tomar la costera de la Quebrada la izquierda o la calle San Roque a la derecha, también se podía tomar el camino que nos llevaría, primero al molino de harina, molino de aceite y generador de la luz y luego camino del Puente.
Esta casa que había y todavía está en la plaza del Torrero, nos tenía guardado un secreto, en el ladrillo que vemos en la fotografía, nuestro compañero de excursión, Tomás, observó una inscripción, que dada la altura a la que se encuentra, no podíamos leer, por lo que acordamos volver otro día en compañía de nuestro buen amigo Dr. Miguel Perdiguer, que con su cámara se encargo de hacernos visible aquella inscripción.
Y este fue el resultado. Cubierto por la pintura de la fachada, había pasado muchos años sin que nadie pensara, que en el ladrillo estaba la inscripción, probablemente, del nombre del que fue su propietario.
El apellido Gascó,solamente lo vemos en un documento relativo a los fondos de la Iglesia de Santolea, en 1606, donde aparecen , Miguel Gascó y Juan Pedro Gascó, mancebo, labradores y vecinos de esta, que firman como testigos.
Ya no volvemos a saber nada más de él hasta que aparece en esta inscripción en la pared de la casa del tío Torres Francisco Gascó, año 1715, 30 de Junio.