Santolea y sus gentes

En nuestra memoria siempre está presente el pueblo que nos vio nacer y donde pasamos los mejores años de nuestra juventud.

Desde que en el siglo XIII empezamos a tener noticias de este pueblo, cuando el Comendador de Castellote arrienda a cinco vecinos, tierras con sus casas y árboles, lo que más tarde sería el pueblo que hemos conocido, muchos cambios y transformaciones sufrió, hasta 1970, cuando desaparecen los últimos vecinos.

Hasta 1646, no hay ningún censo de población que nos informe del número de habitantes, en este primero consta con 40 fuegos, que según estimación del momento, serían 4 o 5 personas por fuego. En 1713, lo componen 75 vecinos, con una estimación de 3 o 4 personas por vecino y en 1857 el diccionario Madoz, ya nos habla de habitantes, 756. Dentro de este siglo y concretamente 1877, alcanza su mayor índice de población, 847 habitantes, pero el siglo XX, empieza con malos augurios para este pueblo, se está gestando la construcción de un pantano, que será el causante de su desaparición.

Desde principios de 1900, cuando ya se estudia la construcción del pantano, empieza el peregrinar de sus vecinos, unos porque por su profesión de obreros del campo, veían poco futuro en el pueblo, donde solo tienen trabajo en momentos puntuales, que aunque lo compaginan con alguna otra actividad, preferentemente tejedores de lienzos o cultivan alguna pequeña propiedad, tienen dificultades para seguir adelante con sus familias. Otro grupo más acomodado, viendo el futuro del pueblo, pronto intentará trasladarse a otro que les ofrezca más estabilidad y en este momento los primeros en marchar, serán la familia de los Torreros y los Nazarios, pero no quedará aquí, desde el año 1927 cuando se inicia la construcción del pantano, hasta 1932 que embalsan sus tierras, ya se produce un fuerte movimiento de familias que se irán desplazando a otros lugares y queda reducida su población, de  748 habitantes en 1920, a 365 en 1940.

Los santoleanos tenemos que acostumbrarnos a perder amigos, compañeros de colegio, vecinos a los que vamos ayudando a trasladar sus enseres a las Eras, que era como el punto de partida, de los que nos dejaban, para cargarlos en el camión correspondiente y solo nos quedaba la ilusión de que llegara el verano y regresaran algunos de ellos de los que se fueron a la ciudad y nos contaban cosas de su nueva vida, con la seguridad de que un día, también nosotros formaríamos parte de aquella emigración  obligada.

Así llegamos a 1960 y el pueblo ha quedado reducido a 182 habitantes, que en 1966, serán 157, llegando a 1970 que queda despoblado. 2 años de abandono hasta 1972, cuando se decide derribar el pueblo. Triste imagen, las casas van cayendo sin piedad y las ilusiones de nuestros antepasados y las nuestra, van por tierra y se reserva la iglesia para en final, nadie se libra de esta destrucción, las campanas de la torre, son vendidas a un chatarrero de Aguaviva, el que las venderá a una fundición de Zaragoza. Triste final para un pueblo. Hoy solo nos queda pasear por lo que fueron sus calles y recordar a los que allí vivieron. ¡¡Hijos de Santolea, no olvidéis vuestro Pueblo!!

José Aguilar Martí,

Enero 2017