El Cerro
Este será nuestro próximo destino en este día caluroso del mes de Agosto de 2010, recorreremos un trozo del término de santolea, concretamente la parte derecha del Barranco de Dos Torres, en el que están incluidas como veremos distintas partidas del mismo que iremos mencionando, acompañadas de las correspondientes fotografías.
Esta zona es en el que se hallaba la mayor concentración de cultivo de olivar, regado por la acequia de las Herrerías.
La desaparición del pueblo trajo consigo el abandono de las tierras cultivadas que actualmente vemos repobladas de pinos y arrendados sus pastos a distintos ganaderos, hoy son vacas las que pastan en este término.
Debido precisamente a la mayor concentración de olivos, esta zona tenía el nombre de la partida del Olivar, que estaba formada por pequeñas propiedades, que permitían a más vecinos disponer de buenos olivos. Había en algunas ocasiones, que dentro de una finca, un solo olivo y siempre el mejor, pertenecía a otro dueño, lo que nos hace pensar que era causa de algún préstamo que se hizo en su día y que no se pudo devolver y el olivo que había servido de garantía, pasó a propiedad del prestamista.
Este camino del Casal en este punto se bifurcaba hacia los Olivares y la Morihuela, pasando por la balsa del Casal
Esto era la Balsa del Casal, hoy muy deteriorada, en la que por la noche se almacenaba el agua de la acequia de las Herrerías, lo que permitía regar durante el día con un mayor caudal de agua. A partir de aquí seguía esta acequia y por pequeños canales de derivación regaba una zona la más extensa de dicha acequia: la Morihuela, la Cuesta, el Balsar, el Casal, las Hiladas, los Olivares, los Planazo, las Herrerías y finalmente el Valdejimeno donde finalizaba, coincidiendo con el límite del término y el de Ladruñán.
Próximo a la Balsa del casal que hemos visto anteriormente, estaba el Barranco Salvador y en esta finca del Romeral vemos la división entre propiedades por un muro de piedra y conectando por la parte alta con la Fajaplana, por donde más tarde pasaremos.
Dentro de nuestro recorrido pasamos por las Heredades y las Quebradas, que en esta parte se regaba con la acequia de las Herrerías que hemos visto. Esta cequia que tenía su origen en el pinar de Dos Torres, aprovechaba el agua sobrante en época de invierno, por lo que todas las tierras que regaba se denominaban de “riego de invierno”, solamente en su inicio se podía aprovechar en algún momento alguna pequeña huerta, antes de llegar a la Balsa de los Palomares.
Esta Balsa coincidía con el Barranco de los Palomares, también conocido como Barranco Licesa, que era la división entre los términos de Dos Torres y Santolea, por el que pasaba una vereda (paso de ganado), para conectar con otro que veremos en su momento. Tanto esta balsa como la del Casal, se cerraba por las noches y cuando el caudal llenaba la primera, el agua sobrante iba a la segunda, que juntas las dos, permitía regar durante el día y mediante canales de derivación regaba los Planazos y Brazales. El tener que cerrarlas por las tardes, representaba volver por la mañana para abrirlas y en muchos casos se hacía este trabajo, mediante la colaboración de algun vecino que pasara cerca de alguna de ellas para encargarle esta misión.
Si otro día veíamos desde La Muela la zona que estamos visitando, hoy recorreremos toda esta zona llena de pequeñas fincas de cultivo. Sobre la acequia de las Herrerías había zona cultivada dedicada a plantaciones de viñas, árboles y tierra dedicada a cereales. Para protegerse de las inclemencias del tiempo, en muchas de estas propiedades, se construyeron pequeños refugios (casetas), que les permitían tanto protegerse del sol como de alguna tormenta ocasional. En ocasiones estas casetas estaban cerradas por una puerta, lo que permitía al dueño guardar algunas de las herramientas de trabajo. A estas propiedades, prácticamente les podemos poner nombra a la mayoría, puesto que hemos conocido y convivido con los que fueron sus dueños.
La escasez de agua en esta zona era la tónica general, pero aquí precisamente, en este rincón, había la única fuente de toda la partida, la fuente Virgós, aunque poco abundante, sólo servía para beber los animales. Para consumo de las personas se recurría a los pozos costruídos para tal fin, como veremos más tarde.
Debido a la escasez de agua que hemos comentado anteriormente, y coincidiendo por este punto la vereda o paso de ganado, se hizo necesario la construcción de una balsa que recogiera el agua de la lluvia para que luego pudieran beber los distintos ganado que circulaban por aquí, al mismo tiempo que podremos ver varios corrales, hoy en ruinas, que permitían descansar a los rebaños.
Esta balsa se construyó en un terreno donde la tierra arcillosa permitía mantener más tiempo el agua, lo que garantizaba siempre la existencia de la misma. Pequeñas canales de alimentación, facilitaban su llenado en cualquier tormenta.
Este era el pozo que José Figols Molés construyo para garantizarse el agua necesaria, cuando iba a trabajar a esta finca dedicada en exclusiva a cereales. Lo construyó junto a la balsa del Cerro en tierras de su propiedad. A él acudía algunos vecinos que necesitaban agua y se suministraban de él, tanto para beber, como para darles a las caballerías en algún momento.
Esta vista hacia Dos Torres, nos hace recordar otros tiempos en que la vida se movía por todas partes, pastores con sus rebaños, hombres labrando los campos y las perdices alegrándonos con sus cantos, esperando que los labradores abandonaran sus tareas, para ellas recorrer los bancales buscando alguna semilla que habia quedado a la vista, pero esto solo está en nuestra memoria.
Desde la parte más alta del Cerro, podemos contemplar distintas vistas que iremos mencionando. También veremos las antiguas zonas de cultivo con sus correspondientes paredes, para poder abancalar unas zonas muy pendientes y que estarían en cultivo en momentos que la población era tan abundante, que se hacía necesario cultivar todos rincones.
En esta fotografía se puede ver las paredes que formaban los correspondientes bancales que antes mencionaba. Como la altura a la que nos encontramos es considerable, podemos ver Cuevas de Cañart y el Salto de San Juan al fondo.
Si alguna cosa me sorprendió, fue encontrar en esta zona un tronco de árbol fosilizado, donde ni el más optimista podría pensar, que aquí pudo haber árboles de este tamaño. Por aquí habíamos pasado en innumerables ocasiones, sin habernos dado cuenta de su existencia.
Esta zona llamada las Cerradas eran unos pastos para el ganado reservados en especial para el invierno, por su situación estaban protegidos de los vientos invernales y era lugar idóneo para épocas frías. Como su nombre indica, cada finca o parcela que pertenecía a un propietario distinto y estaban cerradas como se ve en la imagen por una pared de piedra, rematada por piedras de canto para evitar la entrada de una parcela a otra, con una pequeña abertura (boquera) para acceder a las mismas. Este acceso lo tenían por unos caminos comunes (callejas) por donde pasaban todos los propietarios hasta llegar a su parcela.
Hoy hemos hecho un recorrido por nuestra historia, por aquellas tierras que un día habitamos y regresamos hasta nuestro punto de partida. Como hemos podido comprobar, el término de Santolea, muy pequeño, se caracterizaba por fincas de poca extensión, a las que había que llegar por caminos de herradura, en muchas ocasiones con más de una hora de recorrido desde el pueblo, lo que hacía perder mucho tiempo en los desplazamientos. Basado en una economía de autoabastecimiento, eran pocos los productos de los que se podía disponer como excedentes. Ayudados por la ganadería en pequeña escala, les permitía a sus vecinos hacer frente a sus necesidades y contribuciones. Hoy sólo nos resta rendir un pequeño homenaje a todos nuestros antepasados, amigos, vecinos y demás, que un día vivieron, lucharon y murieron en aquel pueblo donde los vio nacer, sacando sus familias adelante, aunque con mucho sacrificio y que seguro estaban orgullosos de su pueblo. Santolea.